Todo cambió desde su muerte, dejaron de traerme rosas, parecía que la vida había dejado de estar presente.
Fue una oleada de tristeza la que cayó sobre mi humanidad, ya solo podía ver oscuros los cielos. Ahora ninguno de los dos me abraza, solo recuerdo yo, solo me quedaron memorias por ver y plasmar.
Y ahora que lo sé, veo un mundo sin el intruso, veo a Tam entre espacios y a mi madre junto a él. Me ayudan a no perderme, si me ven intranquila me peinan como cuando era niña.
Fuera de los espacios veo a mi abuela, quien tuvo que acabar bajando y terminó haciendo de madre. Y luego cojo en brazos a un niño que re- sulta que fue mi padre, habló con una chica que resulta ser Shava, debato con Olir sin saber que ya lo conozco de mucho antes y me enamoro de Isaac otra vez, ya he perdido la cuenta.
Es una pena que esté tan dormido y haya olvi- dado las palabras de Navin sobre el amor. Y aunque todos han olvidado, Navin sabe cosas.
Partí de la intrínseca necesidad de devolver aquello que se daba por olvidado y perdido. Su mente, un caos dividido entre la vida y la muerte. La mía, un laberinto desordenado y enamorado de su ser.
Sentía una profunda devoción por ella; desde peque- ño podía percibir su presencia y la distinción que marcaba entre todos.
Isaac no nace de la biología de mi madre; nace de su boca, de su fruto amoroso y adornado, incluso desde su lejanía.
Amé y perdí; volví a amar cuando la conocí. Mi laberinto y todas las piezas de mi ser se ordenaron; desperté de una vigilia en la que el tiempo me atrapó.
El corazón se me atragantó y nuestros seres se unificaron, una fuerte química surgió entre el espacio ilegal que se crea entre dos cuerpos amados.
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